Fuimos Ein-Stein

Fuimos Ein-Stein

Fuimos Ein-Stein

Texto con potencial, montaje escueto
Mauro Marines

El nombre de Mileva Maric no resulta familiar para la mayoría, en cambio, el de su esposo es quizá uno de los más conocidos desde hace un siglo. Sin embargo, la autoría del más grande logro de Albert Einstein está en cuestión desde hace unos años, tras el hallazgo de unas cartas que indican que el desarrollo de la teoría de la relatividad pudo ser producto de un esfuerzo de pareja.

Este dilema está presente en la puesta en escena Fuimos Ein-Stein, en cartelera durante abril en la plataforma virtual de La Capilla. La obra fue escrita por Carolina Berrocal y Héctor Sandoval,  dirigida por ellos y Nareni Gamboa, con la presencia de Gabriela Aparicio como dramaturgista. Berrocal y Sandoval además protagonizan a la pareja de físicos que dio forma a la teoría que revolucionó la ciencia contemporánea.  

El texto parte de dos intenciones distintas pero entrelazadas. Por un lado presenta la formulación de esta teoría de manera didáctica —con animaciones en stop-motion que acompañan las explicaciones del personaje de Einstein sobre sus hipótesis—, lo que facilita al público la comprensión de estos conceptos científicos, pero a la par, dadas las circunstancias de su origen, relata la relación de Einstein y Maric, así como algunos detalles sobre la participación que esta última tuvo en el trabajo que le granjeó al primero el Premio Nobel en 1921.

Aunque la mayor parte del tiempo parece enfocar su interés y esfuerzo en hacer accesible el conocimiento científico, es el paulatino encogimiento intelectual y moral de Mileva lo que puede llegar a calar más y es donde radica la fuerza de esta propuesta teatral. Sus intenciones podrán ser más amplias, pero el peso, a final de cuentas, recae en este aspecto de la trama.

Su mensaje sobre la invisibilización que han sufrido las mujeres profesionistas de todas las disciplinas y áreas, en especial en los tiempos que estamos viviendo, puede llegar a resonar de muy distintas maneras dependiendo del contexto del espectador, pero aunque su objetivo es loable, la ejecución se queda corta en algunos elementos.

Este, como muchos otros montajes durante el último año y medio, es víctima de la pandemia y la versión virtual que se transmitió por La Capilla fue una alternativa ante la imposibilidad de llevarlo a escena. Sin embargo, como lo comentaron sus creadores en la sesión de El Espectador Crítico al finalizar la función del día 30 de abril, no es del todo una obra de época, aunque contiene guiños a la misma y es aquí donde flaquea.

Si bien un escenario lo puede llenar un actor por sí solo, en el espacio virtual, y en especial el de Zoom, cuando cada artista está en una pantalla diferente, la presencia requiere más que potencia actoral. En el caso de Fuimos Ein-Stein, la propuesta visual es escueta. El fondo es blanco para ambos, rescatan elementos de utilería y escenografía de la versión presencial que no fue y la trasladan bien a este formato, además de que utilizan prendas que aluden a la época, pero aunado a la neutralidad del acento de los actores —y a pesar de la atemporalidad de su premisa—, poco aporta a la experiencia. Uno podría escuchar la obra sin problema.

De manera similar las tomas elegidas pueden llegar a sentirse aleatorias o injustificadas. Hay algunos juegos visuales que pretenden generar la sensación de un espacio compartido —y lo logran hasta cierto punto—, pero hay otras, en especial algunos close up extremos, que tal vez buscaban acercar al espectador a la emoción del actor o actriz, pero terminan revelando cualquier debilidad en su interpretación.Fuimos Ein-Stein es un propuesta víctima de las circunstancias, si, pero con un texto con mucho potencial, a pesar de la diversidad de voces que hay en él, y que a través de una puesta en escena más atrevida y mejor ejecutada podría aprovechar todo eso que desde su premisa quiere compartir.

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